"Quieren enseñar y no admiten que nadie les
enseñe.
Censurar y que nadie los censure, mandar sin obedecer a nadie.
Quieren someter a otros hombres sin que ellos a nadie se sometan."

Juan Ruysbröeck 1293 - 1381

miércoles, 12 de enero de 2011

CAPÍTULO 5 JONESTOWN

Sin mí, tu vida no tiene sentido.

Jim Jones

Jim Jones era un estadunidense que hacía labores de beneficio social como cuidados a ancianos y personas de escasos recursos. Dirigía una comunidad de 140 personas, el Templo del Pueblo, que trasladó a California a finales de los años sesenta.

El traslado fue en previsión del bombardeo nuclear que daría término a la civilización, el Apocalipsis proclamado por Jim Jones, reverendo, quien creía en un ataque comunista, como la mayor parte de la población de Estados Unidos, miedo generado por la Guerra Fría.

Al finalizar los años 60, después de una baja en su número de miembros, el grupo tuvo un repunte y abrió filiales en San Francisco y en Los Ángeles.

Sin embargo, varios escándalos llevaron a Jim Jones a trasladarse a Guyana, donde en 1974 arrendó al gobierno de ese país, un área de 12 km cuadrados.

Jones volvió a Estados Unidos para convencer a sus afiliados de ir con él a la nueva comunidad, llamada Jonestown por el apellido del reverendo, quien reunió a un grupo de más de 900 seguidores.

Llegados a Jonestown, a lo que pensaron sería un paraíso, los integrantes junto con sus hijos terminaron trabajando en un terreno, seis días a la semana, de las 7:00 am a las 18:00 pm, llamado Proyecto Agricultural del Templo del Pueblo.

El trabajo pesado, en el que Jim Jones no participaba, no tenía un salario como recompensa, ni buena alimentación, pues mientras Jones consumía carne y alimentos preservados, los demás comían vegetales y arroz.

Jim Jones cohesionaba al grupo, manteniendo a sus integrantes en un estado de zozobra, aduciendo enemigos externos que trataban de mancillar la pureza del grupo y buscando enemigos internos, creando una psicosis entre sus seguidores, sin cesar de recordarles el mal estado del mundo, del cual, proclamaba Jones, el final estaba próximo.

Varios protestaron ante el estado de la situación. Las disidencias se arreglaban encerrando a los miembros en una caja de madera de 1 x 2.5 m. Guardias armados patrullaban sin cesar.
A los niños que se comportaban “mal” se les llevaba a un pozo donde un hombre actuaba ser un monstruo, para aterrorizarlos.

Los padres de los niños no protestaban, pues eran decisiones “de papá”, del “Padre”, como llamaban a Jim Jones. Los miembros debían sacrificar su sentido paternal en bien de la colectividad.

Acusaciones llegadas a Estados Unidos sobre Jonestown, con relación a abusos, violaciones a los derechos humanos y laborales, contra la libertad y torturas a niños, hicieron que el congresista demócrata Leo Ryan viajara a Jonestown.

El congresista Ryan, acompañado de sus colaboradores Speier y Dwyer, así como por otros asistentes y enviados de los medios de comunicación, llegaron a Jonestown venciendo la resistencia de Jones.

Se llevó a cabo un desayuno en términos cordiales, después del cual los enviados entrevistaron a miembros del Templo de Pueblo.

Como mencionó más tarde Ryan ese día: “muchos me han dicho que Jonestown es lo mejor que les ha sucedido en la vida”.

Otros integrantes, secretamente, le dijeron que deseaban dejar Jonestown.

A las 11 de la mañana Ryan, sus acompañantes y periodistas volvieron al Templo del Pueblo, una hora más tardía de la acordada con Jones. Continuaron las entrevistas. Los medios comenzaron a buscar el acceso a instalaciones de Jonestown.

Cerca de las 3:30 de la tarde, 150 personas habían manifestado abiertamente su deseo de dejar el Templo del Pueblo e ir con Ryan al aeropuerto de Kaituma, para regresar a California.

Pese a la creciente inquietud de muchos miembros del Templo del Pueblo, Ryan planeó quedarse una noche más. Al llegar a Jonestown, un hombre llamado Don Sly atacó a Ryan con un cuchillo.

El susto no pasó a mayores. El congresista recibió ayuda de Jim Jones, quien aseguró que el hecho se informaría a la policía local.

El congresista Ryan aseguró a Jones que ese ataque no le formaría una opinión negativa del Templo del Pueblo. Dijo que permanecería en el poblado, mientras se trataba de arreglar las peticiones de más familias que deseaban irse.

Para entonces, aumentó el número de los que querían volver a Estados Unidos, al grado de que se pidió a la Embajada de Estados Unidos en Guyana, dos aviones.

A costa de grandes esfuerzos, dos aviones llegaron al aeropuerto de Kaituma al otro día. Citados cerca de las 4:45 p.m., llegaron a las 5:10 p.m.

Ryan se dirigía a su avión, pero ambos aparatos estaban rodeados de habitantes de Jonestown que dificultaban la llegada. Varios habían abordado.

Jones mostraba una gran agitación al ver que la gente se le iba. No toda, pues había muchos convencidos. “No pueden dejarme”, decía Jones, frenético, “ustedes son mi pueblo”.

La esposa de Jones ordenó a los que estaban en el poblado, ir a sus barracas a descansar y poco más tarde los llamó a un salón de mayor tamaño, llamado el Pabellón.

Otro congresista, que había apoyado al Templo del Pueblo, posteriormente dijo: “si hubiera sabido que él [Jim Jones]estaba loco, claro que no habría aparecido con él”, refiriéndose al respaldo que le dio, financiero, moral y a través de los medios de comunicación.

Jim Jones fue al Pabellón y habló con sus seguidores. En tanto, los que dejaban el Templo del Pueblo abordaban un avión, un Cessna.

En ese aparato, Larry Layton, de los miembros involucrados, quien había fingido diciendo que deseaba dejar el Templo del Pueblo, sacó un arma y abrió fuego.

Al mismo tiempo un tractor y un tráiler llegaron rápidamente al otro avión, un Otto Twin y dispararon contra el congresista Ryan casi a quemarropa.

Ryan y tres periodistas murieron en el acto. Speier y otros nueve colaboradores fueron gravemente heridos.

Se hizo una gritería. El tiroteo empezó a las 5:20 pm y duró hasta cinco minutos. Eso pasaba cuando Jim Jones, quien sabía lo que estaba pasando, hablaba en el Pabellón.

El avión más grande, el Otto Twin, quedó inservible, pero el otro, el Cessna, consiguió despegar.
Desde el aire informó del ataque y repitió sus avisos desde las 6 de la tarde hasta las 8 y media de la noche. Se cruzaron llamadas y cables entre los gobiernos de Guyana, el embajador de Estados Unidos y el Departamento de Estado del país norteamericano.

Al día siguiente, a las 6 de la mañana, 120 soldados arribaron para rescatar a los miembros del Templo del Pueblo.

Los soldados entraron a Jonestown una hora después.

Para saber la razón de lo que vieron, habría que volver a las 5 de la tarde del día anterior, cuando el tiroteo estaba a punto de estallar en el aeropuerto. En el Pabellón de Jonestown se encontraban los miembros enviados por la esposa de Jim Jones.

Se encendió una grabadora. Llegó el Reverendo.

El FBI tiene en su poder la grabación, clasificada como Q 042.

En el Pabellón se encontraba Jones, su esposa y una multitud. Se escucha una música de fondo que acompaña todo el tiempo. Es un canto religioso a menos revoluciones de las normales, posiblemente debido a una baja en el suministro de energía eléctrica. La grabación se puede escuchar completa en la siguiente dirección:

http://www.archive.org/details/ptc1978-11-18.flac16

Extracto desde que inicia la grabación:

Jones: Yo os he amado, cuánto he puesto lo mejor de mí para darles una buena vida. A pesar de todo lo que he intentado, un puñado de nuestro pueblo, con sus mentiras, ha hecho nuestra vida imposible. No hay forma de desprendernos de lo que ha ocurrido hoy. No solamente estamos en una situación complicada, no sólo están los que se han ido y cometieron la traición del siglo, algunos han robado a los hijos de otros y ahora buscan cómo matarlos porque robaron a sus hijos, y ahora estamos sentados en un barril de pólvora. No creo que eso sea lo que queremos hacer con nuestros bebés. Esto lo dijo el más grande de los profetas, desde tiempo inmemorial. “Ningún hombre toma mi vida por mí, yo dejo mi vida”.

Multitud: ¡Sí!

Jones: Así, que para sentarme aquí y esperar la catástrofe que va a pasar en el avión, que va a ser una catástrofe… casi sucedió aquí, casi sucedió. El congresista fue asesinado cerca de aquí… pero ustedes no pueden tomar a los hijos de las personas, sin esperar una reacción violenta. Y eso no es tan desconocido para nosotros, ya sean judeo-cristianos, ya sean comunistas. El reino mundial sufre violencia y la violencia se desencadena por la fuerza. Si no podemos vivir en paz, entonces tenemos que morir en paz.

Multitud: Aplausos.

Los miembros involucrados, entre ellos uno apellidado McElvane, trajeron tambos con agua de sabor, que contenía lo que Jones llamó “el medicamento”.

Una mujer llamada Christine Miller, sensatamente y sin alterarse, interpeló:

Christine: No es que yo tenga miedo de morir…

Jones: No pienso que usted lo tenga…

Christine: Pero eso no significa…

Jones: No pienso que usted lo tenga…

Christine: Pero veo a todos los bebés y pienso que merecen vivir…

Jones: Estoy de acuerdo…

Christine: Usted sabe…

Jones: Pero también se merecen... Lo que más se merecen es la paz...

Christine: Todos venimos aquí por la paz.

Jones: ¿Y nosotros la hemos tenido?

Christine y multitud: No…

Jones: He tratado de dársela a usted. He dado mi vida, prácticamente, prácticamente he muerto todos los días para darle la paz… y usted todavía no tiene paz. Te ves mejor de lo que yo me he visto en mucho tiempo, pero todavía no es el tipo de paz que quiero darte.

Christine: Ya lo sé… pero sigo pensando que como persona, tengo derecho a…

Jones: Usted… estoy escuchando…

Christine: Y pienso, y siento, y pienso que todos tenemos el derecho a nuestro destino como individuos…

Jones: Mmm…jmmm…

Christine: Usted sabe…

Jones: Mjmmm… no estoy criticando, yo no estoy criticando… ¿qué es esto?

Mujer no identificada: Ella dice que quiere dejarnos, bien, ella, ella puede seguir adelante… nosotros tenemos vidas individuales, es lo que ella está diciendo.

Christine: Es correcto.

Jones: Esto es hoy, esto es lo que 20 personas dicen que quieren hoy con sus vidas.

Christine: Yo creo que todavía tengo el derecho a mi propia opinión.

Jones: No la estoy tomando contra ti. No la estoy tomando contra ti.

McElvane: Christine, usted solamente está aquí porque él estuvo aquí en primer lugar. Así que no sé de lo que estás hablando acerca de tener una vida individual. Tu vida se ha extendido al día de hoy, tú estás aquí debido a él.

Jones: A pesar de eso, ella tiene tanto derecho a hablar como cualquier otro, también. ¿Qué has dicho, Ruby? Bueno, te vas a arrepentir del día de hoy si no mueres. Te arrepentirás si no… mueres. Te arrepentirás.

Christine: (palabras inaudibles, se puede entender que dice ¿cómo puede pedir que mueran personas)… un hombre que salvó a tanta gente?

Jones: Soy salvo, soy salvo, di mi ejemplo. Di mi confesión. Hice mi manifestación y el mundo no estaba listo… no está listo para mí. Pablo dijo: “Yo era un hombre nacido fuera del tiempo debido”. He nacido fuera de temporada igual que todo lo que somos y el mejor testimonio que podemos hacer es dejar este maldito mundo de Dios.

Multitud: ¡Salud!

Christine se somete. Mientras hablan, la gente está bebiendo “el medicamento”.

Christine: … le agradezco a usted por todo.

Mujer no identificada: Sólo quiero decir algo a todos los que veo que están de pie y llorando. Esto no es para llorar, esto es algo de lo que todos debemos alegrarnos. Podemos estar contentos con esto. Siempre se nos dijo que deberíamos llorar cuando vas a venir a este mundo, pero cuando te vas y lo estamos dejando en paz… te digo, deben ser felices por esto. Yo estaba pensando en Jim Jones. El sólo ha sufrido y padecido y sufrido. Él es el único dios y ni siquiera tiene la oportunidad de disfrutar de su muerte aquí (aplausos y voces de fondo). He estado aquí, eh, un año y nueve meses y nunca me sentí mejor en mi vida. No en San Francisco, sino hasta que llegué a Jonestown. Me gusta esta vida. Yo tenía una vida hermosa. No veo nada por lo que yo debería estar llorando. Debemos ser felices. Por lo menos yo lo soy. Vamos todos a ser el mismo...

Gritos, aplausos y música de fondo.

Mujer no identificada: ... No estaría vivo hoy. Me gustaría dar las gracias porque papá fue el único que se puso de pie para mí cuando yo lo necesitaba y gracias, papá.

Jones: (exasperado) Por favor, por favor. ¿Podemos acelerar, podemos acelerar con ese medicamento? Tú no sabes lo que has hecho (Pausa)... He intentado (aplausos de fondo)... (Palabras ininteligibles)… Ellos vieron lo que sucedió y salió corriendo en el monte y dejaron caer las ametralladoras, nunca en mi vida... Pero habrá más... (Música y zumbido en el fondo). Deben moverse… ¿Usted va a conseguir los medicamentos aquí? Tienes que moverte…

Mujer no identificada: ¡Apresúrense!

Jones: (Palabras ininteligibles)... tomar nuestra vida, lo dejamos, nos cansamos. No cometemos suicidio. Hemos cometido un acto de suicidio revolucionario protestando por las condiciones de un mundo inhumano...

Al final todos toman el medicamento: cianuro.

Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo, dice el rótulo sobre la silla de Jim Jones en el Pabellón, desde donde habló y a cuyos pies quedaron algunos de sus seguidores.
Conviene que escuchen la grabación de Jonestown en Internet Archive, siguiendo la transcripción al inglés. Oigan las formas de hablar, los mecanismos de apoyo a la autoridad, los roles de cada cual, el modo en que la disidencia más sensata no vale nada, los procesos de acción de cada uno, cómo se distinguen los miembros superficiales de los involucrados, la falta de respeto, el hacer iguales, el peso del adoctrinamiento, los reproches por querer vida personal, el uso de verdades para justificar intereses, el chantaje, la tergiversación de los buenos motivos. Oigan a la mujer que se resiste y la alusión a los que no pueden negarse a hacer lo que no
quieren. Vean el tono doctoral apoyado en el juicio de autoridad, apoyado por los que asumen la tarea de ser políticamente correctos y censuran a los que piensan diferente.

¿Les parece exageración empatarlo con cualquier seudoescuela? No lo vean exagerado. La muerte, como realidad o como metáfora, es un exceso al que se llega por “asumir el compromiso de seguir un Ideal”, de “seguir voluntariamente la Ley de obedecer a un Maestro”. Estos son los grados a que se puede llegar por ceder la conducción de la vida a terceras personas.

¿Por qué les ha de parecer exagerado, si Jorge Angel Livraga Rizzi dijo lo siguiente? “Es más criminal el que mata a una hormiga porque sí, que el que mata un hombre con una causa justa o ideal que lo justifique… El no matarás debe ser matizado: mientras no sea estrictamente necesario.”

Los mecanismos psicológicos de coerción que llevó a la gente a hacer lo que hizo en Jonestown, no son parecidos a los de una seudoescuela, son los mismos. Lo diferente es la dimensión física del final, pero no hace falta que la gente muera. Basta con que viva dominada.

Basta con que alguien se vincule a un sistema coercitivo y haga del abuso un modus vivendi. Ser manipulado y morir o ser manipulado y vivir, no tiene gran diferencia. Debajo de sus discursos e imágenes, pertenecer a una seudoescuela es equiparable a estar prisionero.

En Jonestown, la ansiedad, el miedo al enemigo externo, la búsqueda de culpables dentro del grupo, el tachar de traidores a quienes quieren pensar, la paranoia y la presión, tratando a sus integrantes como enemigos potenciales, no sólo pueden ocurrir en Guyana, sino cerca de casa.
Lo que sucede en las seudoescuelas es un crimen discreto. No es publicitado a gran escala, no se conoce mucho, dentro del grupo se censura. Sin embargo, si caes en eso, ten presente que para la mayoría de las personas de fuera, serás una persona a la que no se puede llegar.

Tú, darás la impresión de ser como cualquier otro, porque estudias, trabajas, comes y duermes, pero todo lo harás a medias. Otras cosas dejarás de hacerlas.

Cuando vemos a personas como las de Jonestown, pensamos que es inaudito y no puede sucedernos. Desde este lado nos parece distante, cosa de locos relacionarlo con algún otro grupo, amarillismo mencionarlo.

Estas analogías no serán ningún amarillismo cuando el lector pierda, vivo, a un hijo, a su esposa, a su novio, a sus padres, a un hermano, tragados por la esclavitud de Nueva Acrópolis.

Todos esos grupos actúan igual, tienen el mismo mecanismo de coerción. Debes darte cuenta de que puede pasarte, ten toda la seguridad de que puedes terminar muerto en vida, sin poder sobre tu vida, por una acción tan sencilla como entrar a “un curso de filosofía”. Se puede iniciar una aventura en el conocimiento y terminar siendo y haciendo lo que nunca habrías imaginado, en el peor sentido. La muerte física, con todo lo terrible que es, no es más dolorosa que la muerte moral cuando pierdes a un amigo, hermano o esposa en Nueva Acrópolis.

La mirada de esta mujer que necesita creer es un vivo reproche para nosotros, a miles de kilómetros y a años de distancia. Es el reproche de los adultos que cayeron en la trampa de una seudoescuela adornada de cultura, humanismo, arte y filosofía, por no haber nadie, ni uno, que les avisara sobre el peligro que corrían. Ni uno, porque todos salieron con deseos de olvidar. Esa mirada es el reproche de los jóvenes y niños que hoy están en Acrópolis y que terminarán siendo títeres de una inmoralidad.

Lo que hacen estos grupos no lo hacen solos. Es con colaboración activa y pasiva, miembros involucrados o superficiales que reciben beneficios del sistema de mentiras o que ven para otro lado, exmiembros que no han hecho absolutamente nada contra la falsedad, volviéndose por eso copartícipes, corresponsables. Personas que siguen su camino. Es más cómodo dejar que suceda, sumiéndonos en nuestro sentir de “no querer saber nada y nadie va a decirme lo que debo hacer”. Sin embargo, está la responsabilidad humana de señalar a estos impostores, denunciarlos y que el mayor número de personas se enteren de su falsedad.

Si este libro te ha ayudado, coméntalo, pásalo a tus contactos. Si alguien te avisara del riesgo que corres tú o uno de tus seres queridos, ¿te parecería importante? Entonces informa a otros. Haz una cadena de favores.

Sabe a quién ayudas. Los alienados por el grupo nunca podrán entender o lo harán cuando sea muy tarde para ellos. Los involucrados por tener cargos, pero sin compromiso como no lo tienen con nada en su vida, tampoco entenderán. Los que saben pero se benefician de las mentiras, son lo mismo. A esos hay que dejarlos atrás.

Quienes importan son los que puedan darse cuenta de que, en Acrópolis, a las personas les dan baratijas. Al final del día, creen que por repetir frases incompletas de libros leídos superficialmente, saben. Creen que por emocionarse con lo que han hecho otros, son. Creen que por vivir sin respeto a su dignidad, son valientes que viven para la humanidad. Creen que por renunciar a sus derechos humanos, son filósofos. Creen que trabajar sin orden, maldurmiendo, endeudados, mintiendo, justificando la inmoralidad, los hace alguien en la vida.

Jones diciendo a Christine, que deseaba irse de Jonestown: “sin mí, la vida no tiene sentido… soy el mejor amigo que jamás tendrás…”

El Manual del Dirigente sobre los que están en riesgo de irse:

“… iniciar pláticas para que vean lo poco que la vida les ofrece si se van de Acrópolis”.

Lidia Pérez López tergiversando conceptos de psicología:

“Actualmente existe una disgregación del Yo, pues conceptuamos por una parte nuestra vida como acropolitanos y por otra, nuestra vida fuera de Acrópolis. Necesitamos superar esa neurosis entendiendo que no hay diferencia, ya que no hay una vida fuera de Acrópolis, pues siempre pertenecemos a ésta”.

Jim Jones invocando juicios de autoridad de la Biblia:

“Ningún hombre toma mi vida por mí, yo dejo mi vida”.

La mujer no identificada en la grabación dice:

“Jim Jones es el único dios”.

“No para nosotros, Señor, no para nosotros, toda la gloria para ti, Señor”, cantan en Acrópolis, emparentando a Livraga con Dios.

Ni el olor del incienso, ni el sonido de la campana, ni la mística, ni los ecos que despiertan las leyendas, ni la sombra de los héroes, ni sentirte unido con el grupo, ni los sueños por tocar a las puertas de los Misterios, ni el trabajo concienzudo y talentoso, nada de eso absolutamente es válido cuando gira en torno a un engaño que te roba el poder en la vida, donde colaboras para robársela a otros. Con tu sola presencia en un lugar así, aunque no hagas nada más, estás colaborando.

Ése es el gran engaño: tergiversar verdades para embaucar y después presentarse como alguien justo.

Eso es Nueva Acrópolis. Eso debe llegar a su final. Solamente tú puedes acabar con el gran engaño.

No hay comentarios: